EN ARCO 2010 # 1: LA COLUMNA DE JUAN ARCONADA

ARCO 2010


L
a previa

Juan Arconada
17/02/2010

Siempre me han dado asco las ferias de arte contemporáneo. No sé muy bien a qué se debe, pero cada vez que piso la moqueta, huelo a pintura fresca y veo las caras arrugadas de las galeristas se me revuelven las tripas y me resiento de mi urticaria física. Hace años mis reacciones urticantes quizás pudieran haberse debido a una especie de idealismo infantiloide que me llevaba a despreciar la dimensión comercial de lo artístico, el mercadeo y el petardeo que lo rodea. Hoy, con más pelos en los huevos y menos en la lengua, el petardeo es lo único que salvo. Al menos me divierte. Además todo el mundo sabe que en ARCO, que en España, se vende relativamente poco. Que el mercado no tiene demasiado que decir en la deriva banal de los acontecimientos, que el pescado —el artístico, el cultural— se corta en otros despachos.
En cualquier caso, ARCO 2010 el tema de las ventas siempre ha sido problemático. Da la impresión de que nadie sabe muy bien cuánto se vende. Y no sólo por la mendacidad de los galeristas y la ocultación de lo que entra y sale de este mercadillo —las gallinas que entran por las que van saliendo—. A finales de los años ochenta, los galeristas alemanes, ingleses y americanos decían venir a ARCO por lo divertido de las fiestas nocturnas y no por unas ventas más bien escasas. Un pintor, buen amigo mío, me contó en una ocasión que su galerista, en el año 86, encerraba a un conocido artista a pintar en un taller cercano a la feria porque en ARCO vendía absolutamente todo lo que colgaba de las paredes del stand. En la edición de 2005 alguien come en un restaurante mientras en la mesa de al lado Rosina Gómez Baeza, directora de la feria entre 1986 y 2006, se levanta para saludar efusivamente a Silvia Clemente, la entonces Consejera de Cultura de la Junta de Castilla y León: “Silvia, un año más las compras del MUSAC han salvado ARCO”. 1982-2010, casi treinta años de ingentes inversiones públicas no han logrado fomentar el coleccionismo privado y sólo las compras institucionales de los centros de arte —controlados por caciques locales y autonómicos, incapaces a su vez de mejorar la educación artística de sus contextos ni de generar una cultura más dinámica y horizontal— han logrado mantener —más dinero público— una feria convertida en signo de modernidad y cultura democracia. Mañana, pues, seré moderno, demócrata y urticante una vez más.

juanarconada@laiguanaebria.com



EL ROTO

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EN ARCO 2010 # 2: LA COLUMNA DE JUAN ARCONADA



ARCO 2010

Cen(tr)ando la cosa...

Juan Arconada
18/02/2010

22,45 horas de la noche. Alberto Ruiz Gallardón sube a la tarima de la Sala Norte del IFEMA. Trajeado, guapo, joven, galán, buen mozo. Espe no ha venido. No quiere bailar con él. Una pena. Le sustituye la Consejera de Cultura de la Comunidad ARCO 2010de Madrid. Qué más da su nombre. Una mujer guapa, morena, joven, traduce al inglés. Alberto: “Gracias a la comunidad artística por el esfuerzo realizado durante veintiocho años de duro trabajo, gracias por mantener la ilusión y creer que el arte puede cambiar el mundo, gracias por estar calladitos, gracias por tomar el dinero que os damos, limosna social destinada a mantener las industrias del ocio y el espectáculo —que no de la cultura— y cerrar la boca cuando hay movida”. La mayor parte de las mesas están ocupadas por galeristas extranjeros. ¿Venden?, ¿compran? Media hora después, una buena amiga llega al baño de señoras. Lourdes Fernández, actual directora de ARCO, irrumpe en ese mismo toilette hecha un manojo de nervios. Le pide consejo a una de sus allegadas. No sabe dónde meterse. No pincha nada en la feria que dirige. Alberto continúa con su speech, tan guapo, tan gallardo, tan altivo, tan elocuente...
Escribo con frases cortas, queridos amigos, porque al terminar la cena una barra libre de Bombay se ha abierto generosa, como amapola en abril, al final de la salón. Dos Gin Tonic costeados por vosotros, mis amados contribuyentes, han fluido hasta mi agradecido estómago. Acabo de llegar a mi posada y apenas veo el teclado del portátil.En la cena, una mesa redonda, se sientan a mi lado una galerista cuarentona, rubia, hastiada, cansada de la vida, de su trabajo, de la crisis, de vosotros, ingratos míos, que malgastáis vuestros ahorros en viajes a Punta Cana, en cubatas, rayas de farla y pueriles borracheras, en lugar de apoyar el arte contemporáneo: Plensa, Muntadas, Agut. La madre que os parió. Sigo a la cuarentona. Se acerca al baño de señoras. Aquel donde Lourdes lloraba hora y media antes. Se acaricia la frente para colocar su maltrecha melena rubia. Quiero hacerle un favor. No voy a comprarle una pieza de Agut —y mira que me gustaría— pero la sigo. Mi inversión me va a salir gratis. La sigo hasta el baño de señoras y me cuelo tras ella. La encierro frente a un inodoro y le explico en qué consiste una pieza histórica: Fuses (1965) de Carolee Schneemann. Pero, ¿acaso no te gusta la performance?, ¿no te apasiona el arte conceptual?, ¿no me decías hace un momento que eras una fiel seguidora de las prácticas feministas de los setenta?
La rubia sale del baño. Disimula. Vienen hacia nosotros una simpática galerista —¿la conoces?— y un afamado escultor de provincias —él cree que no, pero sí, de provincias—. ¿Cómo va todo amigos….? Desearía que la rubia galerista catalana fuese una de las oligofrénicas hijas de Helga…. pero no: es tan solo una rubia, ajada, gris, divorciada, en crisis. Y yo, como vosotros, seguiré intentando vivir de las subvenciones públicas, ajado, gris, divorciado, en crisis.


juanarconada@laiguanaebria.com



EL ROTO



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EN ARCO 2010 # 3: LA COLUMNA DE JUAN ARCONADA




ARCO 2010


NO de Santiago Sierra


NO

Juan Arconada
19/02/2010


Acción de Santiago Sierra en ARCO Madrid 2010: un camión entra en el pabellón 6 de IFEMA, en el espacio performance concretamente, para descargar una gran N y una gran O. Exacto: NO. Ahí se acaba todo. Fin de la acción. Todos los medios, televisiones, periódicos, revistas especializadas, etc. llaman al artista para concertar una entrevista —no en vano es el artista español de mayor proyección internacional—. Respuesta de Santiago Sierra: NO. No hablo con vosotros, no quiero saber nada, no me llaméis más, ¿no me compréis obra?, no, no, no... Ese gran NO escultórico de color negro se exhibe ahora en el stand de Helga de Alvear, la galerista/coleccionista/fundación/institución —no se sabe
Santiago Sierra
qué es exactamente—, madre de mis deseadas oligofrénicas, que ha protagonizado una de las polémicas del presente ARCO al negarse a asistir dentro del programa oficial —pobre Lourdes, vaya disgusto—.¿Por qué se pone tan negativo Santiago Sierra?, ¿no está satisfecho siendo el artista español más conocido, valorado y cotizado fuera de la patria?, ¿no le agrada figurar en toda la literatura artística escrita en inglés, francés y chino mandarín?, ¿no ha cosechado suficientes éxitos tras inventarse una nacionalidad mexicana —cualquiera sabe que para que te vayan bien las cosas en España es necesario que alguien de fuera nos diga que el producto es bueno, o que el artista, directamente, se invente una identidad no española (Framis, Dora García, Lara Almárcegui, etc.)—? Parece que NO.

Y, sin embargo, Santiago Sierra se presenta ante mis ojos como un modelo —el modelo— a seguir. No porque me interesen especialmente los artistas del no (bartlebys del pincel), la estética de la negatividad o el anti-arte en general. Siento, sin embargo, que debería aprender a decir que NO. Acabo de llegar a mi posada, 2,30 horas de la mañana, algo tocado otra vez. Alguien me ha dicho que me acercase a la fiesta de Rafa Doctor en el Café Larios, cerca de Plaza España. Ahí supe decir NO. Petardeo, el justo y necesario. Pero a los dos indeseables que me liaron para escribir una columna diaria sobre la mierda que se cuece en ARCO fui incapaz de decirles: NO. NO sabéis cuánto me arrepiento. Ahora estaría descansando plácidamente, en lugar de sufrir en una postura imposible, sentado sobre la cama, con el portátil sobre las piernas, pensando la siguiente frase de un texto que NO va a ninguna parte. Y aunque algún adorniano esté a punto de llegar al orgasmo, yo, simplemente, prefiero no pensar más y apagar la luz. Que mañana os llegue o NO columna dependerá de la calidad de la fiesta de esta noche.




juanarconada@laiguanaebria.com



La obra «Stairway to heaven», de Eugenio Merino /ERNESTO AGUDOPolémica en ARCO 2010






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EN ARCO 2010 # 4: LA COLUMNA DE PHILEAS GLAUCA



ARCO 2010

Intramo a ritornare nel chiaro mondo

Dante Alighieri

Phileas Glauca
21/02/2010


Hirst, Hirst… Hirst, Hirst, los grillos estridulan con la luz del ocaso artístico. Una araña filamentosa teje una red transparente durante los cinco días de ARCO. De una galería a otra, tensos cables de nylon transparente, cortantes, resistentes como el hilo de pescar. Lógico. Son todos ríos que quieren que te reflejes en sus aguas. Leteos donde brindar sólo por el presente. Y pescarte, o cortarte la cabeza.

En la galería X, retrato de Obama hecho con Chimos de cola, en la galería XX, Obama Pin-up sobre un obús en aerógrafo, en la XXX, Obama desnudo tras la alambrada de Mauthansen.

La veo al final del primer pasillo. Es una princesa de la clase Business. El pelo le cae rojo sincero y ondulado. Destaca al saber que la elegancia no es sólo cuello mao. El baile acaba de empezar. Entro en los 40 metros de la Franz Hausser de Londres. El cazador gusta de mirar todo menos a su presa. Me intereso por un vinilo de Sharon Cullin al otro lado del pasillo. Entro como en una cantina de Western para auscultar la superficie plástica. Corte aquí, muesca allá, esquinas biseladas y bien adheridas al DM. ¿Cómo cojones se lleva uno una pegatina a casa de cuatro metros? Enrollada, gilipollas. Me llevo la mano a la culata. Es Juan Arconada, que me ha leído el pensamiento. ¿Has visto a la pelirroja? He visto tres. La que no tiene cuello mao. Fantástica. ¿Zapaca 25 años? Cubaney Añejo. Y ambos bebemos de la petaca del otro.

Dicen que nacemos escuchando el tremendo ruido que hace la tierra al rotar, y que no lo percibimos porque siempre ha estado ahí, es un sonido innato, como el del veloz torrente de sangre, que cuando lo dejas de escuchar ya es tarde para saber de dónde venía ese constante rumiar. Cuando ARCO se apaga, dejas de oír un murmullo colectivo al que te habías acostumbrado nada más pasar por el cuello del útero de Ifema: todDanteas las voces parecen decir: Demasiada fotografía. Es un clásico.

Arconada desaparece tras una rubia con medias de lentejuelas, chaqueta de lentejuelas y lengua de lentejuelas. Su caminar decidido junto con el trago de Cubaney, me infunden el valor necesario para hacerme cuarenta cuarenta en media hora. Un tal Peter llena todo con resina de colorinches, Aracne Chiato teje líneas negras en una esquina, mucho eco de miserias en fotos de gran formato. Se me empieza a ir la especie, como cuando juego mucho tiempo a las máquinas tragaperras, que ya no sé qué combinación da premio. Piso sin querer unos hierros en el suelo. Estaban ya doblados antes de que yo los pisase, alego. Cuestan dos mil quinientos euros. Lo sé porque los paga su puta madre. La presiento en el octavo pabellón y hacia allá me dirijo. La veo en el pasillo central y me mira por primera vez. Se ha dado cuenta de que existo, así que no me paro ni un segundo, continúo hasta el sexto pabellón y compro un libro de William Morris para hacer contrapeso con la petaca en mi gabardina. Una pareja de tweed miran una pintura como de niño pero sin ser de niño, con trazo como de adulto pero queriendo ser como de niño pero a la vez buen pintor sin serlo. “Esto es un compost”, dice ella. Decido pedirle a mi abuela que borde la frase en plan Home, sweet home, para mi despacho de Antequera 47.

Vuelvo al octavo y la veo soplando una estructura finísima de hierritos móviles del Equipo 57. Sopla para ver si son móviles. Concluye que son móviles mientras ve, con el peso desplazado sobre una sola pierna, que la estructura se cimbrea. Es el momento de olerla. Me pongo a su lado, cerca de la salida para que no le quede demasiado espacio. Ha de ser ella la que se mueva para que su olor impregne el aire. Uno puede llevarse una taza de café a la nariz, pero es mucho más placentero despertarse al otro lado de la casa con un vago aroma anunciando la mañana. Tuerce su gesto hacia mí, haciéndome saber que le he dejado poco espacio para que pase. Decido hacerle creer que no es deliberado, y me aparto unos centímetros pidiendo perdón suavemente. Al moverme creo una oscilación legítima, así que nada más pasar me zambullo sin recato en la estela de olor. Carmín, Lactovit, algodón secado al sol y una perla de naranja en el desayuno. ARCO es ya una espiral logarítmica. Puticientasmil galerías que abrazan su ombligo. Los tres pabellones se reconfiguran a su paso.

A unos metros están Jordi Postal y Daniel Emotilla. ¿Zapaca 25 años? Regal 12. Green Label 15. Turno de petacas. La pelirroja que se acaba de marchar. Fabulosa, asienten. La rubia de pelo corto. Inmejorable, decimos. La de la galería Hirastrasse. Jóder Postal, ladeamos la cabeza. Siempre metiéndote en líos. Sabes que si trabajan aquí ya están perdidas. Lo sé, y lo asumo. ¿Arconada? Con una lentejuelas en el ARCO Lunch. Me despido levantando la cabeza, gesto que aprovecho para endilgarme un beso de ron. El whisky me deja afrutado, el ron me da aspereza.

A la izquierda un Van Mieden que da risa, a la derecha una escultura de Rosa Pimel que es para destrozarla a puntapiés. La escena se está poniendo negra por momentos. Hay que darse prisa.

Fernando Manglares me sujeta por el hombro. Tiene una teoría peregrina, me advierte mientras me voltea para ver un NO gigante. “Es el fenotipo, dice. En mis múltiples viajes siempre que llego a un lugar me doy cuenta de que el tipo de mujer no me gusta. Hay algo que no me convence. Pasados diez días, me parecen bellísimas todas… Con Santi Sierra me sucede lo mismo. Lo escojo para medir el fenotipo de la Feria. Si al final del día la obra no me parece mal, entonces sé que me van a terminar gustando todas”.

Es ciertamente peregrina, digo asertivo.

La luz se debilita en el hall de entrada. Tengo que correr.

Llego donde está ella. Un torazo neumático se revuelve sobre la moqueta. Abusivo, musito. Demasiado, responde ella. Y un hilo de luz comienza a inundar la escena. A partir de ahí son todos pasos de baile. Ella ríe cuando destrozo los ideales comunistas que se esconden tras una pieza de Marguerite Luhar. Se ríe cuando estoy a punto de quitar con la uña lo que me parece un pegote de masilla, pero que en realidad es una obra de Ismael Córdoba. A la altura del noveno y último círculo alrededor de su cintura me sonríe mordiéndose el labio inferior. Final del trayecto. Compro un catálogo, y antes de salir por la puerta, lo tiro en una papelera. Le agarro de la mano, pasa su bolso por el detector y salimos fuera, muy afuera. Atrás todo arde. Preciosa, le digo, intramo a ritornare nel chiaro mondo, regresamos al mundo de la luz. Postal, Emotilla, Arconada y Manglares también están fuera, me miran y se les quita la cara de aprensión. Esta vez he apurado hasta el último minuto. Ellos también han rescatado cada uno a un ángel de las profundidades del infierno.





phileasglauca@laiguanaebria.com






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EL PAÍS: "El director de Reina Sofía pide un cambio en la concepción de Arco"


ARCO 2010


"Borja-Villel crítica (sic) la dirección que ha tomado la feria de Arte contemporáneo, como "un mercado provinciano" donde prima el número de galerias y de stands"


"El director del museo Reina Sofía, Manuel Borja-Villel ha criticado esta mañana la dirección que ha tomado la feria de arte contemporáneo Arco , que estos días se celebra en Madrid. "Arco perdió el tren de Latinoamérica, en un momento fue referencia para el arte latinoamericano, que es potentísimo, ahora ya no lo es, ahora lo es la feria Miami Art Basel; Arco fue una referencia para el arte joven, ahora empieza a no serlo o no lo es, porque está Frieze u otras ferias", ha asegurado Borja-Villel en una entrevista en el programa a Vivir que son dos días. Para el director del Reina Sofía, "es el momento de sentarse y volver a lo básico. Y lo básico no es vender metros cuadrados. Esto es lo equivalente a la cultura del ladrillo, y de algún modo en IFEMA hay esta idea de que lo importante es cuantos más stands vendas, cuantas más galerías haya, es mejor, y no es cierto. Lo que importa en una feria de arte es el arte, y si el arte es malo, la feria no tiene sentido." Borja-Villel sostiene que precisamente el momento de crisis que atraviesa Arco puede ayudar a decidir "dónde está, dónde quiere ir, y qué quiere ser". El director del Reina Sofía ha defendido que en una feria de arte pueden intercambiarse no sólo cosas sino también"ideas" al tiempo que puede convertirse en un "lugar de encuentro" del sector. "Arco tiene la posibilidad de repensarse, puede no ser una feria ligada a un mercado provinciano sino un verdadero lugar de intercambio", ha sentenciado."


Extraído de www.elpais.com



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EN ARCO 2010 # 5: LA COLUMNA DE JUAN ARCONADA


ARCO 2010

The End


SIBONEY STAND ARCO 2010


Juan Arconada
22/02/2010



Diréis que ayer no escribí porque la fiesta fue de las que hacen época. De esas llenas de galeristas colocados, petardas faltonas y artistas analfabetos, disfrutando todos, en amor y compaña, de una barra libre de ron. Pues no. Para mí no hubo fiesta ni el viernes ni el sábado por la noche. Simplemente no tenía nada de que escribir.
ARCO ha terminado y parece que Lourdes Fernández no va a durar ni un telediario. Mañana aparecerán cifras de ventas —nunca ajustadas a la realidad— y todo hace pensar que van a ser un auténtico bloof. FS ha vendido su pieza, SSR también la suya, EF ha colocado dos. Más ventas de las esperadas en un momento de esquizofrenia económica. Se ven puntos rojos, labios rojos, ojos rojos. Pero el modelo se agota. Borja Villel —amo y señor del patio de colegio en que se ha convertido el mundillo del arte en España— lo ha dicho bien claro: “ARCO necesita una mano de pintura”. Pero si todo ARCO es —y ha sido siempre— una gran pintura... El arte español nunca se ha movido al ritmo que marcaba un mercado más bien endeble. La institución ha sido la verdadera locomotora del arte en España —así nos va— y parece que Borja ya no se conforma con pilotar la nave nodriza —la hostia de contrahegemonica—. Además se atreve a aleccionar al mercado marcando el rumbo correcto de una nave que se hunde. El alcance político de este barullo se me escapa. Pero no hace falta ser muy listo para darse cuenta de que, como a propósito de todo lo que se cuece en esta partidocracia bananera, el PSOE —el Reina, ZP, la imposible radicalidad institucional de Borja— y el PP —IFEMA, Gallardón, Espe— andan a la gresca otra vez, arañando espacios de poder sin importar demasiado cuál va a ser el resultado de la batalla.

Si Lourdes tuviese lo que hay que tener llamaría al director del Reina Sofía y le diría cuatro cosas bien dichas. “Si ARCO necesita una mano de pintura, ¿qué hace tu futura mujer —¿también institucionalmente contrahegemónica?— comisariando uno de los espacios más patéticos del chiringuito?”. Pero NO —Santiago Sierra dixit—. De momento, a la pobre Lourdes sólo le queda seguir llorando por los pasillos ya desiertos donde los galeristas empaquetan prácticamente todo lo que habían traído. Las cajas regresan a casa llenas.

Me acerco a despedirme de la galerista catalana. Su melena rubia ha perdido el poco brillo que le quedaba. Muntadas, Agut, Rabascall, Miralda, todos vuelven a su embalaje. No se ha vendido nada. Ni una visita guiada al gélido servicio de señoras podría devolverle la felicidad a mi querida divorciada. El lunes volverá a su pequeña ciudad vinícola con el camión lleno y la saca vacía. Volverá a cuidar a sus hijos y a pelearse con su exmarido soñandoreencontrarse conmigo en una feria diferente, llena de coleccionistas forrados, dirigida tal vez por un neoliberal de postín, experto en ferias y planes de pensiones.




SIBONEY STAND ARCO 2010




juanarconada@laiguanaebria.com


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MOMBAÇA VII: ALGUNAS IMÁGENES

Ismael MarcosIsmael Marcos





David Escanilla
David Escanilla




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MOMBAÇA VII: Todo lo sólido se desvanece en capas



I


Bajo los efectos (Under the Influence)
Ella fuma acodada al final de la barra.
Una luz revela la blanca serpiente que exhala
por la húmeda boca pintada.
Ahora con gesto indolente
alza su cuello de garza
y se gira y mira
a los otros clientes.

Hay un destello lujurioso en la copa de champán burbujeante
que ella le ofrece sin hablar.
Todo es sedoso y leve…
mas de repente
Sobriedad
Ella está sentada en una de las mesas del bar.
Hay un maromo a su lado.
No fuman. Ella bebe café y él un refresco sin gas.
Ahora ella juguetea con la cuchara
y, notando que es mirada,
con ademán precipitado,
se quita el pelo de la cara.

Hay un esteta lujurioso que pega un trago de coñac en ese instante
para no dejar de soñar.
Todo es tedioso y huele.
Le gustan las imágenes de género.
No quiere una vida de verdad.



II


Todo lo sólido se desvanece en capas
(Capas de la cebolla, tan transparentes,
pero al unirse, tórnanse opacas.
En esa oscuridad
a un hombre lumbre busca la verdad)
He llegado a la espuma desde lo hondo
pues en la superficie claridad noto.
Tú has venido a decirme que somos libres, de tan poco peso
que, al desatarme, ascenderemos,
y, por un momento,
pólvora en el aire, contigo me encuentro.
Mas luego recelo
y me pregunto si conoces a tu ejército.
¿Quién ejercerá el poder en ese cielo?
¿Y qué harán esos patanes y sus borregos?
So many guns in clumsy hands…
Tal acumulación de capas sobre capas
tan delgadas que parecía que no pesaban nada
van a derribar el orden que os sustentaba.
¿Y qué harán los no alados sin asideros?
¿Acaso a un Hermes, un mensajero,
no le importa nada el destino
de aquellos sin alas en los tobillos?
Pero llévame ya del templo, ligero nuncio,
pues tu causa es ya mi causa,
a la vieja moral renuncio y al vencedor me entrego
con solo un último ruego:
Mientras derrumban el palacio de quien fue mi esposo,
no en el salón donde os jugabais mi pecho de gorrión
mas bajo un privado alero
¿nos será lícito hallar reposo
antes del gran vuelo
antes del gran vuelo?
Me das un sí sincero
y, verdad en fe transfigurada, en lo vano me elevo.


III


Fresas
cuentos infantiles
como la bella durmiente,
dibujos oscuros y afilados en el primer libro
que madre nos leía sentada en la cama
borrados de mi memoria durante años y sustituidos por Disney
omnipresente y omnipotente
y sin embargo
algo de ese color o los rasgos de esa primera princesa temible
está hoy en los cuadros que me gustan,
una presencia inquietante y amada
anunciando o definiendo el futuro.
Mitos infantiles
como esas fresas que vendían por correo
trepando por la hoja de la revista
rojas rojas rojas e inmensas,
así que mi hermana y yo insistimos infinitamente hasta que las compraron.
Me asombraba pensar con qué facilidad se alcanzaba el paraíso:
mi juicio infantil
que creía que una imagen era una firme promesa.
Pero las fresas
eran diminutas y por más que las regamos
nunca llegaron a trepar por nuestras vallas.
Fue difícil hacernos aceptar que se trataba de las mismas fresas
romper la resistente burbuja
y en el fondo sólo fingimos creer la versión de nuestros padres
mientras meditábamos sobre el modo de reunir el dinero
y hacernos con las auténticas, las inmensas fresas trepadoras.
Volar es tener el viento a favor, saber mover las alas.




Teresa Martín




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MOMBAÇA VII: Nuestra foto de salvapantallas




Nuestra foto de salvapantallas

muestra una muestra animal
salvados por cinco vías
de extinción un alma pétrea
Tomamos el silencio por pupilas
púrpuras los ojos rojos
Lanzo un color automático
corrijo te corriges nos corregimos
rectamente sobre el vértigo
del ratón que presto se ahoga
en un océano añil de injertos
Por pinceles un par de sabores
quirúrgicos, como nuestros nombres.
Tú y yo que no pegamos,
que nos copiamos y cortamos
que dicen, nos amamos.
Tú y yo y eso otro, esos otros dos rostros
cubiertos por el olor a sepia
de mar, a salitre por vena, a toda una sonrisa
oceánica
embadurnados de betún para estar
color morenos al sol de la sala
náufragos en una operación sin nombre
que mutila que acorta que alarga
que detiene que parece que espanta
que aclara los bisturís de la noche
el olor marítimo de los filos usados
las decenas de noches de bisturí
en las que ya no sólo ríen
los ciru-janos.

Cristina Martín



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MOMBAÇA VII: Realidad virtual





Todo lo racional es real y todo lo real es racional


G. W. F. Hegel



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W. K. Heisenberg


La carcajada del vacío

contempla
desde su torre de ironías
relativistas
el estupor de un suicida con máscara:
/ la duda de un ciborg cansado
.................DUA-LI-DAD-ES-RE-AL-IN-CER-TI-DUM-BRE:
.................el ser del electrón es el no ser
.................que avanza cuando oscila siendo onda /
la duda de un hombre soñado
................—¿es real lo teatral lo racional imaginado?—
que será o / no será /
el caso más reciente
—el clon, el otro, el duado—
del viejo científico Hamlet
y su fingida inexistencia.



Catalina García García-Herreros




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[PURGATORIO] POPOPERA: CABLES DE UNA COREOGRAFÍA LITERARIA






[purgatorio] POPOPERA. Emio Greco | PC (Holanda). Coreografía, luces y concepto de sonido: Emio Greco | Pieter C. Scholten. Composición: Michael Gordon. Música y danza: Víctor Callens, Vncent Colomes, Emio Greco, Marie Sinnaeve, Suzan Tunca, Jesús de Vega Gómez. Vocal: Stefanie True. Escenografía: Marc Warning. Proyecciones: Joost Rekveld.

Salamanca. 5º Festival de las Artes de Castilla y León. Teatro Liceo, martes 9 de junio de 2009. 20:00 h. Duración: 1h05’.

In heaven everything is fine.

—David Lynch, Eraserhead (1977)—


Bellamente infernales,


llenan el aire de hechiceros veneficios

esos siete mancebos. Y son los siete vicios,

los siete poderosos pecados capitales.

—Rubén Darío, «El reino interior» en Prosas profanas—



Debo decir que me gustó. Y debo decirlo con cautela —con toda la cautela que impone el saber que estoy hablando desde la subjetividad del gusto— porque [purgatorio] PopOpera convenció poco, a pesar de haber sido celebrada con sonoros aplausos. Tal vez, porque el riesgo de las guitarras eléctricas era de drástico claroscuro: o se odiaba o se amaba. Y a mí la aventura del Dante que se enreda de baile entre guitarras me amarró con cuerdas eléctricas a una coreografía inteligente, fluida y, si cabe, literaria.

Recuerdo cinco guitarras erguidas al fondo de un escenario sin telas, un escenario dispuesto a manera de cubo con piso brillante para deslizarse. A nuestra derecha (la derecha del espectador) una proyección minimalista alternaba letras que asignaban a cada día de la semana uno de los siete pecados capitales. Lunes: soberbia, martes: envidia, miércoles: ira, jueves: pereza, viernes: avaricia, sábado: gula, domingo: lujuria. Y también recuerdo luz, chorros de luz azul. En la esquina posterior derecha del escenario, una escalera con siete peldaños: cada peldaño más angosto que el inmediatamente inferior hasta llegar al último con el tamaño apenas suficiente para una sola persona. Es decir, una escalera que se estrechaba hacia arriba como símbolo de la dificultad del ascenso. Y todo esto agrupado bajo la expectativa del título de la puesta en escena: [purgatorio] PopOpera. Guitarras para el pop, siete peldaños y listado de pecados capitales para el purgatorio. Insisto en que la propuesta me gustó. Y mucho.

Porque fue como asistir a una ilustración cinemática del purgatorio de Dante Alighieri. El espectáculo empieza con el desfile de una mujer que, cantando ópera, se dirige por el corredor central del patio de butacas hacia los tres escalones que llevan hasta el proscenio del escenario. Esta mujer va dirigiendo los pasos de un hombre quien, una vez sobre las tablas, se desplazará hasta la escalera de los siete peldaños que antes he identificado como un símbolo de ascenso. En el «Purgatorio» de Dante Alighieri, Lucía rapta a Dante y lo lleva a la entrada de ese purgatorio cuya puerta se abre traspasados tres escalones. Allí, un ángel marcará la frente del Dante personaje con siete letras «p» correspondientes, cada una, a un pecado capital y cuya marca se irá borrando a medida que éste vaya salvando los círculos en los que será ilustrado sobre cada pecado y los modos de evitarlo. ¿He hablado de los tres escalones que acceden desde el patio de butacas hasta el escenario? ¿He mencionado las letras proyectadas a la derecha del foro? Coreografía con guiño literario: la compañía Emio Greco | PC se disponía a ilustrar con baile, a la manera de un ballet contemporáneo, la aventura del Dante de la Divina Comedia en su paso por los siete círculos del purgatorio. Entonces, todo me pareció cargado de cierto encanto medieval y decidí estar bien predispuesta para disfrutar ese viaje.

Después todo fue extraño, como debió ser extraña esa travesía del personaje Dante por su purgatorio. Cinco bailarines hicieron alarde de cuerpos en sintonía con sus movimientos puntillosamente exactos. Sus cuerpos, haciendo coro de gestos al unísono, tomaban el lugar de los personajes a quienes Dante encuentra en su viaje, personajes que, a su vez, encarnan causas y consecuencias del pecado capital de su preferencia. Y mientras que los bailarines hacían sus discursos corporales, ese personaje llegado al principio observaba en la escalera simbólica e iba subiendo, peldaño a peldaño, como aquel Dante quien, una vez aprendida la lección sobre el pecado en cuestión, superaba uno de los círculos y borraba una de las marcas de su frente, hasta llegar al último peldaño del ascenso, limpio de pecados capitales. A medida que nuestros ojos se adentraban en ese purgatorio-escenario, los bailarines hacían solos e improvisaciones que más de una vez me dejaron con la boca semiabierta, anhelando para mis músculos una mínima dosis del veneno de ese ritmo que hace que el cuerpo se convierta en el más afinado de los instrumentos. Y así siguieron —de uno en uno, de dos en dos, o los cinco juntos— con una coreografía de la que cualquier cosa se puede decir menos que no había sido trabajada y coordinada hasta el cansancio. ¿Acaso no es la meticulosidad con la que se ha realizado un trabajo un valor a tener en cuenta en la evaluación de una puesta en escena? Independientemente de cuánto nos convenza su temática o su propuesta visual, es difícil negarse al encanto de una coreografía pensada al milímetro y ensayada al sudor, milimétricamente.

Tuve la suerte de ver esta puesta en escena desde el anfiteatro, posición privilegiada para ver los diseños de luz que acompañaban, con minuciosidad técnica, el baile sobre las tablas: círculos de luz cenital sobre un cuerpo, sobre dos cuerpos o ampliada para albergar a cinco bailarines que en ningún momento, con toda la dificultad de sus contorsiones y recorridos, quedaron fuera de foco. También a las luces aplaudí cuando aplaudí. Aplaudí incluso el extraño diseño contemporáneo-esotérico-minimalista que dispuso unos cuantos globos blancos y ovalados, a manera de cuerpos celestes, colgando bajo el cielo del escenario.

He anticipado que las guitarras eran problemáticas, y lo eran porque a todos nos confundieron con su polisemia: ¿Qué significaban? Cinco guitarras eléctricas, ya lo he dicho, esperaban pacientes y erguidas en el foro a que el espectáculo comenzara. Más adelante, los bailarines sacarán a escena otras cinco guitarras eléctricas que rasgarán, al unísono, con un ruidoso sonsonete (ojo: no son músicos, son bailarines) que o intenta decirnos algo o pretende hacernos salir corriendo de ese purgatorio cuanto antes. Con las guitarras en los brazos el baile perdía fluidez y se convertía en otra cosa menos agradable de ver pero, sin duda, gustosa de interpretar. Porque las guitarras eléctricas en el purgatorio de Dante Alighieri son el equivalente coreográfico de la paradoja que da título a la puesta en escena: PopOpera, ópera pop. Porque infiltrar la popularidad del pop en la minoritaria forma operística es un movimiento análogo al de hacer que los personajes del purgatorio medieval hagan ruido con sus guitarras eléctricas, movimiento éste que tiene un fin bastante encomiable: el de acercar al público menos entendido (en ópera o en Divina Comedia) contenidos que, en la prosa del pop o en la poesía de la ópera, siguen vigentes. Actualización de contenidos universales. El purgatorio con guitarras eléctricas es el del escenario y también el del teatro del mundo que nos envuelve cuando, después de haber sido testigos de semejante amalgama, nos enfrentamos al ruido de la calle.

Al acercarnos al final de la puesta en escena, una mujer (la misma que había dirigido, dando voces de ópera, al Dante personaje al purgatorio del escenario) con peluca rubia nos prometerá el cielo. Sabemos entonces que quien canta para nosotros es Beatriz, la mujer quien, en la Divina Comedia, representa la salvación del hombre. La solución de la compañía no es trivial puesto que esta Beatriz nos sorprende con un tema musical que habla de cualquier cosa menos del paraíso, a pesar de afirmar que «in heaven everything is fine». Cualquier cosa menos el paraíso puesto que esa canción es la misma que canta la mujer del radiador en la oscurísima película Eraserhead de David Lynch. Y cualquiera que recuerde esa escena de la mujer del radiador sabe que el guiño cinematográfico que hace la compañía Emio Greco | PC es todo lo perturbador que puede ser ya que actualiza la entrada al cielo del personaje Dante con una referencia a una película surrealista en la cual el cielo es poco menos que un lugar del que llueven lagartijas. La propuesta sugiere, entonces, que nos quedemos con nuestro purgatorio. Porque en él, al menos es posible sacar las guitarras eléctricas y saber que se mezcle lo que se mezcle —léase ópera, pop, cine y literatura medieval— será posible encontrar algo de sentido o de belleza. Esa es la visión de un purgatorio pop en el que aplaudí con la satisfacción de haber sido instruida, mediante la danza, en la constante universal que persiste en cada una de los intentos expresivos del hombre, Dante Alighieri incluido: la anatómica y colorida exactitud del barro que nos hace hombres.

Catalina García García-Herreros

Salamanca, 6 de julio de 2009

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SILENCIO 2.0






Editorial Delirio


SILENCIO 2.0

13 de junio de 2009

Casa de las Conchas.

Salamanca.


La noche se afianza, pero no es menester confiar en ella. El público, indeterminado, escondido bajo los soportales, hace crujir sus huesos, o parpadea, no sube ningún poeta al escenario. Aquella noche me acordé de las cargas policiales, de los Jeeps, los gases lacrimógenos. Luego, en el segundo piso de la Casa de las Conchas, un poeta, apoyado en la barandilla, habló de la belleza, caminando, hablaba y caminaba, el público lo buscaba con los ojos, nadie lo veía, sólo esa voz que bajaba de arriba, donde la universidad pontificia iluminada, donde la parranda de los dioses descolgados de las nubes de tan borrachos. Oh, la belleza es esto y es lo otro, y la belleza es bella, y estas cosas, decía aquél poeta bajado de arriba, pero no del cielo, cosa confusa, postluminiscente o afterglow. Bajó y subió al escenario, recitó con ceño fruncido, inclinación hacia atrás de la espalda, como ballesta, o héroe pindárico. Tan alegre era su tristeza que uno no sabía qué hacer; pero al final siempre ocurre lo mismo, que para esto sirve la literatura, para que todas las mujeres del mundo se vayan con los surferos y directivos de empresas de zumos, y los poetas se queden escribiendo en casa que se fueron con ellas. Dijo: ahora un poema grande, y sacó un papel grande con un poema grande. Dijo: ahora un poema pequeño, y sacó un papel pequeño con un poema pequeño. Todos pensamos en los Beatles, al menos yo lo hice, por qué; buena pregunta: porque al principio se afeitaban y luego ya no, de modo que si la decadencia es barba, Gonzalo Escarpa, poeta, no era barba, sino abominación, monstruo, o tigre en la casa tomada. El más guapo de España, decían las mujeres. Los hombres también lo pensaban, y desde que le escuché tengo en cuenta la matemática fractal, la duración intermedia de los cigarrillos, donde todo ecuador aparenta vacío, donde todo centro es igual a cero, pero nadie sabe que al equilibrio no le hacen falta hospitales, ni vómito todos los días por efecto del veneno, porque en él no hay veneno.

Luego otro poeta, Josep Pedrals, al que la CIA busca para acabar con su vida, y que una vez estuvo en Japón y ganó un concurso de oratoria. Probablemente el único poeta catalán que los catalanes no entienden. Sin embargo suele ser así cuando te paras delante del Guernica y lo miras, hay cierto síndrome de Asperger, refutación holística de que todo conjunto debe ser comprendido una vez comprendidos cada uno de sus puntos. Pero hay cosas en este mundo que tienen demasiados puntos, y que por lo tanto no entenderemos jamás, hablo de Dios, por ejemplo, cuya manifestación más elemental es la muerte de Michael Jackson por parada cardio-respiratoria. La palabra respirar tiene su origen en el término ser. Quién no respira, no es. Y como Josep Pedrals (En Inglaterra Joseph) recita tan rápido y con tanta perfección –dicción- se puede decir de él que es más ser que los seres. Y la verdad, como dijera Lacan, a nadie deja de incumbir personalmente. Queremos saber la verdad. Eso queremos. Y entonces va Pedrals, sin micrófono ni nada, y recita una carta de amor que sólo habla de quesos, y hablando de quesos nos encontramos hablando de amor, en el sentido estricto de los agujeros y de que ágape es el origen de la palabra amor (αγαπη = amor [de αγαπαω = amar]). Eso quiere decir, intuyo, que si me echo colonia, ese olor ficcional tiene la intención de revelar las cinco estrellas de mi superser, pero ficcionalmente, joder; si sólo pudiera mi olor conquistar el mundo, entonces podría decir que me parezco un poco a Pedrals, cuya voz no sólo conquista a mucha gente, sino que además lo hace en diferentes idiomas.

Vamos allá. El último poeta es Peru Saizprez. En la cena, alrededor de una pizza marítima me habló de extraterrestres. Él es fotogénico, pero tiene las manos pintadas de negro. Me gusta el negro, dijo, pero no lo dijo. Empezó con un poema circular, en cuyo origen está la prehistoria de los hombres, y quizá ni siquiera nuestros últimos estadios evolutivos, sino otros, anteriores, demasiado atrás todo para que alguien pudiera comprender algo. Sin embargo parece ser que la incomprensión es un buen antídoto en cuestiones de ética sexual; hace falta comer para destilar el veneno, tempestad para nadie y dentro de uno, desear el alcohol tanto o más que el silencio. ¡Oh Dios, quiero que, por lo menos, en este mundo de mentiras, mi sangre al menos sea cierta! Como ciertos eran los breves pasajes que leía Peru con una peluca negra sobre su pelo negro y su traje negro (observación: llevaba zapatos rojos). Porque no es lo mismo que la chica salga de el pastel que el pastel salga de la chica. Que tenemos todo el derecho de fracasar, y de ir por allí pegando tiros a los mierdas de este mundo, pero no hay reconocimiento en tales derechos. Tenemos la obligación moral de preguntarnos por quién doblan las campanas, porque casi nunca doblan por ti; Yes sir, I can boogie, boogie, boogie. La literatura es una filosofía de la composición, es como el sistema de tiro al arco Zen, para el cual dar en la diana significa no tener que apuntar nunca. No le gusta a nadie, excepto a los poetas, morir sin testigos, solos, en una habitación; y sin embargo con todo el mundo por testigo: las plantas, los libros leídos en ese momento, o un verso que dice: desde que te conozco tengo en cuenta a la muerte.

Me cago en la puta, en el miserable y estrecho punto de mira de los telescopios. Para qué algo tan pequeño para decir algo tan grande. El poeta es como el Hubble, ve las galaxias y los cuásares, pero también estima y preferiría, de vez en cuando, alguna partida presupuestaria, alguna puta reparación. No, no hay nada que decir, pensó Pavese en su último día. Tutto questo fa schifo, pensó, e non scriveró mai piú. Pero aún así detrás de la ventana seguía lloviendo, y toda esa noche llovió en la Casa de las Conchas, y para qué, me pregunto yo, si el pozo estaba tapiado por orden de la empresa municipal de aguas, para qué, sino para mojar a los poetas y que la lluvia resbalara por sus textos, desfigurándolos, asimilándolos al movimiento del héroe que corta las cabezas de la Hidra, sin saber que de esas cabezas volverán a nacer otras, más fuertes, y temibles, y feas; y por más que nos maten y sacrifiquen, o corten en pedazos, en Jesucristo hemos de creer. La resurrección tiene las manos de la noche; y la muerte, en el caso de ser un poema de Peru Saizprez, es la diferencia entre ella y la diferencia misma.




Víctor Balcells Matas


Enlace relacionado: VOX 2.0




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PELLEAS Y MELISANDE, ANDE (PARTE I). EL SILENCIO 2.0




We're here because we're here

Because we're here, because we're here;

We're here because we're here

Because we're here. Because we're here.


Canción de trinchera 1916



Más allá de los bares y de los supermercados de barrio, descubrirás una montaña, una montaña de libros carcomidos por las polillas del estado, unidos por el cemento de las horas y por los excedentes del Vaticano. No te sorprenderá ver entonces, un castillo remodelado, ruina carnavalesca que dormidos en sus cimientos encerrará los estratos de un pasado lejano o próximo, dependiendo de la urna o musa que cumpla turno en ese momento. Atravesarás las puertas de basalto de la fortaleza expugnable, mas en su interior te asaltará la duda. Dicen las leyendas y los suplementos culturales que en la gran sala un fuego fatuo será alimentado por poemas nunca escritos, obras no sistémicas, engendradas en el silencio del lenguaje. Seis serán las puertas que te sonrían desde los lados hexagonales de un arabesco imposible. Tit, tit, tit, la lluvia hará acto de presencia y tú, querido egonauta, abrirás el primer camino. ¡Oh, tormento púrpura!¡oh punzada en el estómago! Aderezando pizzas con los pintalabios de mujeres muertas, Victor Balcells te saludará con palabras negras y desnutridas: “¿Qué tal?¿Has venido a ver como aderezo mis pizzas, en la hora violeta de las conchas?¿Acaso es adulterio el que un poema penetre por los oídos y construya una casa en la vagina? Las transiciones vagas del desamor, son estas: de la cama al alcaraván, del alcaraván al 24 horas, del 24 horas a la cama y vuelta a empezar, sólo que esta vez, no me muevo de la cama.” Redoble de platillos, no puedes pasar. Tu curiosidad te hará virar hacia la derecha, una puerta presidida por unas cerezas invertidas, emblema de lo que pudo pasar en un seat ibiza por carreteras ignoradas, seis tetorras explotando en el vacío, noches de búsqueda en una zodiac. No te intimidaran las trompetas de Queen al girar el gozne de la puerta. “I'm just a poor boy, nobody loves me” arrancarán las palabras descomunales desde el centro de una habitación sin ventanas. Un soldado, desafiante y rubio a partes iguales te exhortará a que digas “nada”, y tú, asustada, querrás enseñarle el miedo en un puñado de polvo, y querrás ser feliz como las bestias, y morderle la carne, enseñarle tus cicatrices. Pero ya sabes cómo se las gastan en el Somme. La tercera estancia está llena de ira, de canto occiso y luz de fluorescente. Hay ropa tendida sobre una chica que tañe las cuerdas del combate. Once dimensiones de tedio, ángel con sexo, ropaje extraño, cartas nunca abiertas y espacios hinchados por la mecánica del trapo. Ella es dulce, en su descarga de amazona.uk. ¿Podrá escribir los versos más duros esa mañana de soles como pirañas? Aún no lo sé. No lo creo. Pero cuando la lluvia ya sea flujo incesante hacia el gin-tonic ¿te decidirás a deshojar las últimas barreras, o te irás al cum-sonic?



Borja Aguiló

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UNAS BARBAS DE 'REMATE'

Fernando Martínez de la Serna


Fernando Martínez de la Serna

Las críticas que avalaban el trabajo de Fernando Martínez de la Serna, denominado musicalmente Remate, no podían ser más positivas. Revistas como New Musical Express, Uncut y Village Voice han reconocido la calidad de este artista asturiano afincado en Madrid. Asimismo, su último disco, Safe and Sound (2008), producido por Paco Loco, ha estado incluido en la lista de mejores discos del año, de acuerdo con Público, Mondo y Rockdeluxe. El concierto del jueves por la noche en el Corrillo, segundo concierto de Remate en el festival, tras su velada el día anterior en la Cueva, prometía encauzar folk, rock, funk y blues en un conglomerado construido a partir de la base armónica del pop británico. Un propósito de heterogeneidad musical que no nos había pasado desapercibido a un par de colaboradores del blog.

Cuando Borja llegó al Corrillo yo ya había conversado unos minutos con Remate, ambos habíamos coincidido fumándonos un cigarrillo fuera porque en el interior no estaba permitido. Remate, con sus ojos chiquitos y sus frondosas barbas, me había comentado que el concierto en la Cueva había sido un éxito, que él no estaba acostumbrado a tocar en espacios abiertos, donde suele haber problemas de sonido, pero que esta vez se había encontrado muy a gusto y que la gente había respondido bien. La gente comenzó a llenar la sala y Remate se situó sobre el escenario al piano, acompañado por la guitarra de Pablo Errea, músico más conocido como the Guinea Pig.

Fue una sorpresa para todos lo que nos encontramos. Un par de músicos descoordinados, the Guinea Pig con un aire tenso intentando improvisar desafortunadamente al fondo de un black angel and the destiny oscuro también como la barba de Remate. Borja consiguió cazar al vuelo unas partituras when the eagles cry y aunque far away del country Remate se declaró a Pig con un I miss you so, no lograron sincronizarse hasta que percibieron ritmicamente que every kiss was there. There was nothing to scare con los coros de Pig y una pequeña gama de azules que se ponían de acuerdo en el tuturururututurururú. Y es que las letras se perdían en algún punto no definido entre la nasalidad de la voz de Remate, el colchón aterciopelado de sus barbas y un micrófono que como nosotros, cada vez más tensos en nuestros asientos, pedía clemencia.

La gente empezó a marcharse de la sala y un tipo al fondo se preguntaba en voz alta "pero, ¿no eran tan buenos?". Sí, nos lo preguntábamos todos los que, ya aburridos, permanecimos allí charlando. Mientras, Remate and the Pig continuaban a su rollo, un pop clásico difícilmente digerible en directo, tres gracias como único intercambio con el público, dos bises regalados sin que fueran pedidos. Tal y como había confesado Remate en una entrevista de Enrique Peñas, él ya se sentía “más libre que nunca para hacer lo que le diera la gana”, y realmente lo hizo. Desde aquí, nosotros, también.


Cristina Martín




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DIGITAL 21, EN LA CRESTA DE LA OLA




Se avecina un fin de semana completito. Ayer fue la previa, ayer también era fin de semana. Si, el jueves es fin de semana, no solo porque hoy es festivo, sino porque así lo creemos las maravillosas personas que formamos este humilde blog, estamos absolutamente desatados (en pro del Festival, claro está), haciendo un esfuerzo sobre humano para no dejar ni un solo rinconcito del Festival sin observar ni analizar, aunque sea hasta las taitantas de la madrugada, ¡qué más da! Todos los días son fin de semana. ¿Y por qué? Bueno, porque somos jóvenes, alegres, guapos y tenemos unas jodidas ganas de pasarlo bien insuperables. ¡Nos apuntamos a un bombardeo!, ¡me apunto a un bombardeo! No tengo tiempo para tantas vainas y para colmo hoy se presenta un día digno de mención, a saber: A las 22:00 recitales poéticos y música en El Savor, organizado por Mombaça. A las 23:30 Macaco, a la 1:00 de la madrugada The Glimmers en Cum Sonic y a las 3:00 Maral Salmassi en Cubic. ¿Alguien da más?

Y si hoy es un día cargado, no lo fue menos ayer. Tuvimos una buena dosis de cultura, entretenimiento y diversión: la primera parada fue la performance que realizo la artista brasileña Beth Moysés en las inmediaciones de la Plaza, después la obra de danza contemporánea Mortal Engine de la compañía australiana Chunky Move y su grandilocuente espectáculo de luz (sobretodo luz), danza y sonido; en la que pudimos ver unos efectos visuales simplemente sobrecogedores. La última parada la hicimos en Cubic con Dj Amable y la penúltima (y la que nos atañe) fue el directo para Cum Sonic del pucelano Digital 21.

El Cum Sonic toca su fin. Después de diez días de directos el Festival va plegando velas, aunque sigue deparando gratas sorpresas. Por fin la sala toma temperatura, aunque nuevamente este logro no es gracias a los teloneros que amenizan los minutos previos al concierto (residentes de distintos locales salmantinos), sino a la calidad de los Djs participantes y a que finalmente han encontrado una ambientación sugerente para el local. Aleluya, después de nueve conciertos han dado con la formula: buena ambientación (luz y humo), proyecciones novedosas, un laser bien ubicado y buena música. A todo esto hay que añadir la calidad y saber estar de Digital 21, que se tuvo que adaptar a las extrañas circunstancias que planean sobre la “mini plaza” del Cum Laude y su normativa de no dejar entrar instrumentos en el local (…si no sabes torear pa´ que te metes) por lo que Digital 21 tuvo que cambiar el concierto y presentación de su nuevo trabajo por una sesión. Una buena sesión en la que revisó desde bases techno temas clásicos del punk, rock y grunge que hicieron bailar al numeroso publico asistente.

Telúrico




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LEV: ARQUITECTURA DE LA SOLEDAD


Lev. Muta Imago (Roma, Italia). Dirección: Claudia Sorace. Dramaturgia: Riccardo Fazi. Intérprete: Glen Blackhall. Sonido: Riccardo Fazi. Escenografía: Massimo Troncanetti. Vestuario: Fiamma Benvignati. Grabaciones voz femenina y canto: Irene Petris. Grabaciones piano: Marco Guazzone.

Salamanca. 5º Festival de las Artes de Castilla y León.

Teatro Caja Duero

Lunes 8 de junio de 2009. 20:00 h. Duración: 50’.



Cuando mira por la ventana, ¿qué ve?


—Muta Imago—



Al entrar en un teatro a oscuras, vemos la silueta de un hombre que, parado debajo de una lámpara, espera por el inicio de algo. Es una imagen inquietante puesto que de ese hombre sólo sabemos que su nombre es Lev y que algo extraordinario le sucederá. ¿Acaso no se llama Lev cualquiera de nosotros? Es una imagen inquietante porque sintetiza, con enorme fuerza visual, la soledad del hombre Lev o, por qué no decirlo, la soledad de un Lev que es igual a nuestra —la de cada uno de nosotros— incisiva soledad. ¿Acaso no está cada uno de nosotros mirando desde adentro, por la ventana del iris, lo que sucede en el mundo/teatro? El goteo silencioso en minutos de esa espera hace que lo que esté por suceder adquiera importancia de cataclismo, de la misma manera en que una mancha negra adquiere una apariencia tormentosa cuando se posa, macabra, sobre un lienzo blanco. La espera afina la tensión y estira nuestra expectativa hasta que la lámpara se cae encima del hombre y algo en el suelo, a manera de guerra, explota llenando de esquirlas, sesenta años después, la mullida contingencia del patio de butacas.

Lo que sucede en adelante es, al mismo tiempo, terrible y majestuoso. Terrible, porque la lograda imitación de una atmósfera de trincheras en mitad de la muerte nos incluye. Majestuoso, porque es difícil explicar el hechizo que, sobre sus espectadores, ejerce la compañía Muta Imago con tan sólo un poco de arena añadida a un sistema de tres paneles y tres lámparas movido por cuerdas y poleas desde el emparrillado. El hilo argumental es corto y exento de nudos: un soldado pierde la memoria por efecto de una bala en el cerebro y trabaja, día a día, en la recuperación del contenido que su olvido esconde. Pero no es sólo eso lo que vemos expresado, casi sin palabras, sobre el escenario. Es más que eso. Algo que compete a la metafísica implícita en la generalización que hace de un hombre, cualquier hombre y de cualquier hombre, todos los hombres. Esa metafísica que permite pensar en algo esencial que es común para todos (asumo el riesgo anti-positivista de una afirmación como la que acabo de emitir porque la compañía Muta Imago me ha hechizado).

Tres lámparas suben y bajan simbolizando, de manera alternada, una explosión, el desconcierto de una trinchera, la confusión de una guerra, la luz de una sala de cirugías y un amanecer. Tres paneles blancos de distintos tamaños bajan y suben generando todo el efecto de la destrucción tras los impactos. Esas mismas láminas (los he llamado paneles) serán, luego, usadas como tableros, cuadernos de notas y ventanas. Paneles de un material transparente, en un principio cubiertos por arena blanca, en los que Lev irá dibujando, con el dedo, su pasado, para encontrarse. La búsqueda sucede en mudo claroscuro de gesto y de sonido, con un juego de espejos que, situados en el suelo, proyectan imágenes sobre los paneles-pantalla. Lo demás es magia, ya lo he dicho



Cincuenta minutos de naufragio en una atmósfera creada para el arrobamiento. Espectadores que se hunden, como peces sin parpadeos, en los juegos de luz hasta ese momento de sugestión máxima en el que, por efecto de un haz sobre el que Lev derrama un poco de arena, vemos a una bailarina moviendo sus piernitas de fantasma (la bailarina es una trampa lumínica) ante la expresión de ese ¡oh!, inevitable, en boca de todos o de casi todos. Cuando los espejos se agotan y los gestos se acaban, cuando estamos alcanzando a Lev en la memoria de Lev, nos damos cuenta de que Lev ha recordado cuál es su brazo izquierdo —el que sostiene una lámpara— y de que Lev está preparado para volver a llamarse Lev entre nosotros.

De acuerdo. En escena, con minuciosa exactitud, algo bello ha sucedido. ¿Sólo eso? ¿Sólo el momento que se diluye y ya casi no existe cuando salimos? Tal vez sí. Tal vez no. Prefiero apuntarme a la segunda de las opciones. He aquí el razonamiento que inclina mi preferencia:

Durante el lapso de tiempo en el que estamos todos fascinados con lo que vemos sobre el escenario, el personaje Lev no dice una sola palabra pero el ambiente sonoro incluye varias voces en off. Una es la del médico que anuncia que la bala ha sido extraída, otras pertenecen a personas que hacen preguntas sobre lo que Lev recuerda y le ayudan, con esas preguntas, a reencontrar su memoria y otra es la de un locutor de radio que anuncia el éxito de la puesta en órbita del satélite Sputnik 2, ése que llevaba en su interior a la perrita Laika, primer ser vivo que, en noviembre de 1957, fue llevado fuera de la atmósfera terrestre. La puesta en escena refiere el drama de un soldado ruso sin memoria y, por momentos, el ambiente sonoro incluye a una voz en off hablando del Sputnik. No hay gratuidad en el teatro bien construido, luego entre Laika y Lev debería existir una relación interpretable como parte del concepto artístico que la obra expresa. ¿De qué manera es significativa esa inclusión referencial del Sputnik y de Laika? Por una parte, es posible que la mención del Sputnik tenga una función contextualizadora puesto que sitúa el momento en el cual Lev está escribiendo su diario y viviendo el proceso de recuperación de sus recuerdos. Ese locutor de radio podría ser parte del entorno histórico de Lev, una voz que Lev escucha y que, así, lo sitúa en un marco de coordenadas temporales determinado. Por otra parte, probable es que haya algo más que contexto histórico en la mención de Laika, y ese “algo más” es el que otorga, a esta puesta en escena, la dimensión generalizadora y, digámoslo así, trascendente de la que antes hablé. Es coloquial el uso de la expresión estar en la luna para referirse a una persona que está fuera de la realidad o que se ha distraído. No es difícil, entonces, relacionar dicha pérdida de realidad por desmemoria de Lev con la puesta en órbita de Laika. Más aún, yo veo en la puesta en escena de Muta Imago una delicada metáfora de la soledad. Dado que el recuerdo funciona como articulador de una realidad objetiva cuya objetividad es convencional y colectiva (nos construimos como individuos a partir de códigos culturales como el lenguaje hablado), una circunstancia como la pérdida de la memoria desvinculará, a quien la padece, de ese acuerdo colectivo que instaura una realidad, dejando a esa persona por fuera de dicha realidad por desconocimiento de los referentes compartidos. La comunicación requiere el conocimiento de lo convencional colectivo. El olvido de dicha convención supone la incapacidad de comunicación y, por tanto, la caída en un abismo de subjetividad. ¿En qué se parecen Laika en órbita y Lev desmemoriado? Laika y Lev son cuestionamientos metafóricos de la posibilidad de comunicación en ausencia de referentes compartidos; Laika y Lev son metáforas de la más profunda e impenetrable soledad.


Finalizando el tiempo de la puesta en escena, una voz en off le pregunta a Lev qué es lo que ve cuando mira por la ventana mientras que Lev, con cuerdas que lo levantan del suelo, imita el paso de un astronauta liberado de ataduras gravitatorias. De manera simultánea, una ristra de lámparas que apuntan directo a los ojos de los espectadores (lámparas en el suelo del foro enfocando hacia el patio de butacas) empiezan a disparar rayos fotónicos de altísima potencia. Nuestros ojos parpadean, quedan atónitos y lloran de fulgor antes de cerrarse. Ese aullido de luz nos taladra y nos incluye en la desmemoria de Lev: un drama que empezó con el destello de la explosión que le trepanó la zona de memoria en la cabeza. Ese grito de luz nos apunta y nos convierte en Lev, nos enmudece y nos pierde en el abismo de nuestras propias e individuales preguntas. De repente, estamos ciegos de luz y solos, atentos en el miedo de esa sencilla certeza: estamos solos, escuchando la ironía de una voz que nos pregunta: «cuando mira por la ventana, ¿qué ve?».


Catalina García García-Herreros

Salamanca, 11 de junio de 2009

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REVISTA MOMBAÇA

Editor: Jorge Páez.

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