EN ARCO 2010 # 1: LA COLUMNA DE JUAN ARCONADA
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Juan Arconada
17/02/2010
17/02/2010
Siempre me han dado asco las ferias de arte contemporáneo. No sé muy bien a qué se debe, pero cada vez que piso la moqueta, huelo a pintura fresca y veo las caras arrugadas de las galeristas se me revuelven las tripas y me resiento de mi urticaria física. Hace años mis reacciones urticantes quizás pudieran haberse debido a una especie de idealismo infantiloide que me llevaba a despreciar la dimensión comercial de lo artístico, el mercadeo y el petardeo que lo rodea. Hoy, con más pelos en los huevos y menos en la lengua, el petardeo es lo único que salvo. Al menos me divierte. Además todo el mundo sabe que en ARCO, que en España, se vende relativamente poco. Que el mercado no tiene demasiado que decir en la deriva banal de los acontecimientos, que el pescado —el artístico, el cultural— se corta en otros despachos.
En cualquier caso,
el tema de las ventas siempre ha sido problemático. Da la impresión de que nadie sabe muy bien cuánto se vende. Y no sólo por la mendacidad de los galeristas y la ocultación de lo que entra y sale de este mercadillo —las gallinas que entran por las que van saliendo—. A finales de los años ochenta, los galeristas alemanes, ingleses y americanos decían venir a ARCO por lo divertido de las fiestas nocturnas y no por unas ventas más bien escasas. Un pintor, buen amigo mío, me contó en una ocasión que su galerista, en el año 86, encerraba a un conocido artista a pintar en un taller cercano a la feria porque en ARCO vendía absolutamente todo lo que colgaba de las paredes del stand. En la edición de 2005 alguien come en un restaurante mientras en la mesa de al lado Rosina Gómez Baeza, directora de la feria entre 1986 y 2006, se levanta para saludar efusivamente a Silvia Clemente, la entonces Consejera de Cultura de la Junta de Castilla y León: “Silvia, un año más las compras del MUSAC han salvado ARCO”. 1982-2010, casi treinta años de ingentes inversiones públicas no han logrado fomentar el coleccionismo privado y sólo las compras institucionales de los centros de arte —controlados por caciques locales y autonómicos, incapaces a su vez de mejorar la educación artística de sus contextos ni de generar una cultura más dinámica y horizontal— han logrado mantener —más dinero público— una feria convertida en signo de modernidad y cultura democracia. Mañana, pues, seré moderno, demócrata y urticante una vez más.

En cualquier caso,
juanarconada@laiguanaebria.com

2 comentarios:
Pués muy bien, irónicas y divertidas las crónicas de Juan Arco-nada. Parece ser que la feria del arte da muestras de cansancio y que la crisis no ayuda a que sea un éxito precisamente. Pero también es cierto que hay algunas cosas expuestas que no se pueden llevar a ningún sitio. Si lo que se expone no es bueno, al menos que sea comercial.
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