ALBERTO OLMOS. EL MUNDO SE VA A PERDER. ¿SPOKEN WORD?


Alberto Olmos

¡Hay que hacer algo! ¡No hay que hacer nada! Me da igual, procuro vivir en los pasillos y las escaleras, tenía hambre, comí una hamburguesa de buena calidad en Juanjo’s. Alguien notó que el baño estaba especialmente limpio, como una pátina, patinamos, comimos, nos besamos lo suficiente a pesar de no tener cara, ni ojos, ni boca para hablar. Salimos, había llovido. No, no había llovido, era el camión de agua, frío, teníamos que caminar rápido, una nube, o dos, recuerdo lejano de Marie Anne: cuando la besé pasaba una nube, sin forma, blanca. Spoken Word es una palabra que gusta a los creadores, organizadores, formuladores del festival, lástima que sean matemáticos. El otro día me dijo un catedrático de economía que lo matemáticos tenían un problema con el lenguaje, dijo que creían que como sucede en matemática cada termino significa prácticamente una sola cosa. Pero no, cubo, también puede ser un cubo de la fregona, un cubo de Rubik desfigurado, pieza que tienen algunos relojes de bolsillo. Pero no, ellos dicen cubo, y sólo piensan en un cuadrado en sus tres dimensiones. ¡Hay que hacer algo! No hay que hacer nada. Entonces ellos, los organizadores, vieron un día: Spoken Word, es decir, palabra hablada, y pensaron en su significado. Todo es palabra hablada si se habla por la boca, pensaron, y llamaron a un puñado de escritores a los que les preguntaron: ¿Tú haces Spoken Word? Sí, claro, decían los escritores –aunque no sabían nada del tema-, y los organizadores los fichaban, venga, te hemos fichado, haz Spoken Word en el festival, en un escenario, junto a los arcos de una biblioteca muy antigua y marítima, fósil, de vigas de madera. Hay que hacer algo, pensaban los escritores, enervados, febriles, sudantes, pero luego se cansaban y preferían no hacer nada. Iremos allí, al escenario, nos han fichado los del festival, pensaban los escritores, haremos Spoken Word como Dios manda y sin reproches ni consideración alguna del pasado.

Y yo ayer, tras la hamburguesa, caminaba, me movía por los alrededores, como el lobo o el figurante, recordaba aún a Marie Anne, y vi en un cartel: Alberto Olmos, Spoken Word. Entré con mi gran amigo Eustaquio Lowry, y nos sentamos, y bebimos algo o tomamos un chicle White, esperando. Un escritor se sentó, pusieron videos, y una música acompañó su lectura. Dicción débil, temblor, modulación de la voz inexistente, lectura de textos parecidos a traducciones facsímiles de Bukowski, lugares comunes. ¡Hay que hacer algo! Eso no era Spoken Word. Traición, eclipse, principio de incertidumbre. Spoken Word es que la palabra se haga cuerpo, que lo leído tenga vocación puramente oral, homérica –como antecedente histórico-, que la palabra sea lengua sibilante, fricción popular, temblor de diafragma. Spoken Word es Klaus Kinski en un pabellón gritando que es Jesucristo y no una superstar. ¡Hay que hacer algo! Que a mí también me gusta la perversión, pero sólo la íntima, y estoy harto, le exijo a este festival un poco de verdad y sinceridad, de una vez por todas. ¡Ya me han traicionado mucho y muchos! No vaya a ser que por ser ahora hombre de reseñas, tenga mi corazón que sufrir otra vez, o una vez más, los dolores de la mentira, la atrofia cerebral, el absurdo intolerable de que te digan que lo vivido fue algo que tú, en ningún caso, viviste, ¿verdad, Marie Anne?





Víctor Balcells Matas



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