PELLEAS Y MELISANDE, ANDE (PARTE I). EL SILENCIO 2.0




We're here because we're here

Because we're here, because we're here;

We're here because we're here

Because we're here. Because we're here.


Canción de trinchera 1916



Más allá de los bares y de los supermercados de barrio, descubrirás una montaña, una montaña de libros carcomidos por las polillas del estado, unidos por el cemento de las horas y por los excedentes del Vaticano. No te sorprenderá ver entonces, un castillo remodelado, ruina carnavalesca que dormidos en sus cimientos encerrará los estratos de un pasado lejano o próximo, dependiendo de la urna o musa que cumpla turno en ese momento. Atravesarás las puertas de basalto de la fortaleza expugnable, mas en su interior te asaltará la duda. Dicen las leyendas y los suplementos culturales que en la gran sala un fuego fatuo será alimentado por poemas nunca escritos, obras no sistémicas, engendradas en el silencio del lenguaje. Seis serán las puertas que te sonrían desde los lados hexagonales de un arabesco imposible. Tit, tit, tit, la lluvia hará acto de presencia y tú, querido egonauta, abrirás el primer camino. ¡Oh, tormento púrpura!¡oh punzada en el estómago! Aderezando pizzas con los pintalabios de mujeres muertas, Victor Balcells te saludará con palabras negras y desnutridas: “¿Qué tal?¿Has venido a ver como aderezo mis pizzas, en la hora violeta de las conchas?¿Acaso es adulterio el que un poema penetre por los oídos y construya una casa en la vagina? Las transiciones vagas del desamor, son estas: de la cama al alcaraván, del alcaraván al 24 horas, del 24 horas a la cama y vuelta a empezar, sólo que esta vez, no me muevo de la cama.” Redoble de platillos, no puedes pasar. Tu curiosidad te hará virar hacia la derecha, una puerta presidida por unas cerezas invertidas, emblema de lo que pudo pasar en un seat ibiza por carreteras ignoradas, seis tetorras explotando en el vacío, noches de búsqueda en una zodiac. No te intimidaran las trompetas de Queen al girar el gozne de la puerta. “I'm just a poor boy, nobody loves me” arrancarán las palabras descomunales desde el centro de una habitación sin ventanas. Un soldado, desafiante y rubio a partes iguales te exhortará a que digas “nada”, y tú, asustada, querrás enseñarle el miedo en un puñado de polvo, y querrás ser feliz como las bestias, y morderle la carne, enseñarle tus cicatrices. Pero ya sabes cómo se las gastan en el Somme. La tercera estancia está llena de ira, de canto occiso y luz de fluorescente. Hay ropa tendida sobre una chica que tañe las cuerdas del combate. Once dimensiones de tedio, ángel con sexo, ropaje extraño, cartas nunca abiertas y espacios hinchados por la mecánica del trapo. Ella es dulce, en su descarga de amazona.uk. ¿Podrá escribir los versos más duros esa mañana de soles como pirañas? Aún no lo sé. No lo creo. Pero cuando la lluvia ya sea flujo incesante hacia el gin-tonic ¿te decidirás a deshojar las últimas barreras, o te irás al cum-sonic?



Borja Aguiló

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