BEBÍ DE LAS AGUAS QUE ESCONDEN EL CUERPO DE JEFF. AARON THOMAS


Aaron Thomas

30 de mayo de 2009

Café corrillo, Salamanca


Alejado del espectáculo de fuego, voz e instrumento acuático estallando en la ribera del Tormes, un transeúnte despreocupado se quita la cazadora primaveral y piensa en aquellas noches de verano en que todo es polilla sarcástica y brillo sexual en las pupilas. Se dirige al Café Corrillo, local de parada necesaria en la a veces precaria y previsible escena musical salmantina. La gente se acumula en la plaza y algunas erasmus rezagadas intercambian miradas y besos de sangría. Un chico alto, sonriente y de cualidad etérea, se pierde por las escaleras del Café. “Ese debe ser Aaron Thomas”, me apunta con voz cerrada y muda mi particular doble textual sin mirarme a los ojos. “Aaron Thomas”, pienso, ese cantante australiano de fino rostro, afincado en Madrid desde hace años (está como de moda afincarse en España, basta ver el ejemplo de Josh Rouse, perdido en su pueblo de Valencia). Animado por el descubrimiento, desciendo los peldaños que me llevan a cueva y escenario inferiores. Contrabajo, batería y voz femenina alrededor de Thomas, los focos traicioneros irradiando sus paquetes de fotones. Yo me oculto entre el público, disponemos de aire acondicionado. Nada más empezar cierro los ojos y estoy en el Olympia. El público francés grita “¡Grace!”, pero no les oigo. En la tarima se revuelve Jeff Buckley... no. Aquí no hay una eléctrica arañando acordes imposibles, no. Pero algo mágico ocurre. Madera cálida que en el río Wolf fue cortada, la voz de Thomas me sorprende y me sitúa en diálogo constante con el muerto. Anymore, Descending, Thinking is unproductive las canciones se suceden y la banda es indivisible, forma un todo o casi. El contrabajo es víctima de un sonido un poco forzado, no importa. El Tom Yorke más acústico se dispersa también por la corriente que esta danza impone en el Corrillo. El calor en el escenario es insoportable. Rufus Wainwright se bebe una ginebra azul a mi lado. Me guiña el ojo. Lalalala. Escapo. Entro en el baño y los de Beirut están tocando encima del váter su nuevo single. Vuelvo. Thomas no quiere tocar más, le suda el alma, los focos traicioneros irradiando sus paquetes de fotones, le suda el alma. Pero... valentía, amor a las mujeres de piernas bien torneadas,batalla en las Termópilas, Aaron Thomas no nos deja tan pronto. Nos regala dos canciones y se apaga, como un replicante. Remanso y silencio interrumpido por inocentes risas alrededor de la banda. Las jovencitas dan pequeños saltos hacia Thomas, lo acorralan. Él sonríe, no ve casi nada. Los focos traicioneros irradiando sus paquetes de fotones.


Borja Aguiló





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