MOMBAÇA II: Poder, Estado, Arte y Palabra: Entrevista con Agustín García Calvo


[Trascripción sin editar por deseo expreso de Agustín García Calvo]

El número que vamos asacar ahora tiene un nombre, que se llama anarcominimalismo, es una palabra que inventaron unos amigos que escriben poesía para describir un experimento que ellos hicieron. El experimento no es nada nuevo: se apoyaron en la expresión esta de minimal art que viene de un crítico de los 60 de arte que dijo, criticando a Duchamp, que el arte cada vez tenía menos contenido artístico, y que por [tanto] se hacía peor. Entonces esta gente lo que ha hecho es decir: «¡Ah!, esto es lo que yo quiero hacer, yo quiero escribir una poesía que tenga el mínimo contenido poético en el sentido de técnicas y motivos tradicionales de la poesía. Y bueno, han hecho lo que les ha salid, en fin. Ahora el número no está dedicado completamente a ellos porque esto da pie a habar de temas como anarquía y literatura y anarquía y arte, esto porque la mayoría son anarquistas y ecologistas. Y está todo el asunto del anarquismo verde, que es como un conjunto, una mezcla de muchas ideas que actualmente mucha gente conoce, las apoye o no. Entonces, como primer acercamiento, qué podría pensar Vd. de lo que yo he dicho?

Bueno, me entero del número de la revista y por lo que me cuentas ahora, me entero de poco, pero puedo más o menos ver por dónde va la cosa. Para empezar, tengo que aclarar que yo estoy totalmente en contra. Estoy totalmente en contra de todo lo que sea… respetar el mundo de la literatura y de la cultura en general, tratarse de colocar dentro de él, ocupando un puesto más o menos extremista, más o menos renovador; no creo en nada eso, y por tanto tengo que rechazar ese híbrido del queme hablas… el anarcominimalismo, que evidentemente supone que eso de la anarquía que al principio sería simplemente decir «no» al poder, se somete a las modas, a los gustos literarios y a las discusiones sobre si ésta vía o la otra para hacer arte o para hacer poesía. Considerando esto, estoy francamente en contra de manera que, desde ahí es donde tengo que empezar.

Vale. Dos ideas que son generales: así anarquía y arte, se pueden relacionar de qué manera. Anarquía yo diría como principio vital, no anarquismo, no una organización sino como forma de vida, de vivir contra el poder.

Es vivir y pensar que lo uno va con lo otro. En arte y poesía decir «no» es hacer «no» frente al poder. Lo que pasa es que para mí el poder implica la realidad, yo no creo en una realidad extraña al capital y al estado, que es lo que el poder fabrica, la realidad en la que se hacer creer, a su vez, que se sostiene sobre ella. No hay un ataque al poder que no sea también un ataque, un gesto contra la realidad.

Claro, pero si la realidad es una idea creada por el poder, se puede sustituir con otra idea.

No, sustituir no. Lo que se puede es decirle no. Es decir, no sólo es una idea sino algo mucho pero todavía, que es una fe. Una fe como cualquiera otra de las fes que en España hemos conocido. La fe que el capital necesita, el futuro en el que creer [en] la fe [del] capital, la fe en el Estado, y efectivamente es por ahí por donde se le puede atacar; al poder, así… atacarlo con bombas de repente puede que no tenga mucha cuenta. Pero si necesita la fe, si necesita que la gente crea, como lo necesita, entonces ahí sí se le puede atacar, con palabras, por ejemplo.

Pero el lenguaje es, también, utilizado por el poder para conformar una realidad que es la que nos venden como única realidad posible.

Intentan, pero lo que pasa es que en esto del lenguaje hay una confusión que es muy importante. La lengua de verdad, la lengua que la gente habla, no es de nadie. Con ella el Estado no puede hacer nada. Porque las reglas que tiene esta lengua, que es un pensamiento efectivamente, no existe nadie que las pueda controlar. El intento de los estados, el intento del capital, es tomar, no la lengua general, que es imposible, sino una forma de lengua y hacerla servir a sus fines, que son, por ejemplo, utilizar un idioma para justificar la unidad nacional. Pero por fortuna eso no es verdad, nunca es verdad del todo, la lengua de verdad sigue viva y no se somete a la fe y a las ideas del capital, sino que puede servir como razón de hermandad, para derribar esa fe.

La poesía, en este caso…

La poesía es una cosa pervertida de principio, sometida a la literatura, a un concepto medieval de la literatura. Hace siglos que estamos con la poesía escrita que ha desplazado a formas de poesía oral, letras de canciones o cantos tradicionales. Yo toda la vida me he dedicado a cosas que más o menos se quieren meter bajo ese nombre, pero a regañadientes, por su puesto. De manera que, bueno, he intentado hacer cosas, cosas para recitar, para cantar: todo lo que signifique volver a la voz viva, aunque tenga que pasar por la escritura y hasta la publicación.

Pero, por ejemplo, esta realidad de la que hablamos ha absorbido casi todos los gestos transgresores que han ido contra ella. La realidad de capitalismo y el Estado, que actualmente muchos llaman Postmodernindad, tienen esa capacidad de absorberlo todo.

Sí, esa es la crisis, y ese decir «no» que decíamos corre serio peligro de quedar asimilado también, como otra forma de arte o de poesía, o lo que sea. Entonces los que se dedican a esto no se dan cuenta de este sometimiento, de este servicio, debido a la cantidad de errores que reinan, por ejemplo, respecto a las artes que escucho mucho. Al fin y al cabo, la producción de cosas artísticas es otra forma de producción de cosas, y esta condición de cosas añadidas que las artes tienen entra perfectamente en los límites y normas de la cultura.

Por eso, en la poesía vuelven una y otra vez cada cierto tiempo esos movimientos autodeclarados transgresores.

Las vanguardias del siglo pasado cumplieron su fin de intento de perversión, vuelta del revés, y rápidamente quedaron asimiladas por las escuelas literarias y artísticas. El intento sólo puede tener sentido recordando que por debajo de las ideas, de la fe de la cultura; la lengua sigue siendo algo que no es de nadie. Entonces, con el alma de uno sucede lo mismo que con las poblaciones: la mayoría del alma de uno está entregada a la fe, tiene miedo, hace siempre lo que le mandan y el alma de un poeta o de un artista no es nada excepcional, en su mayoría. Menos mal que uno nunca es así en todo, nunca uno está bien hecho del todo; gracias a eso, entonces nos queda algo de pueblo, que nos dice: el alma está en la lengua, en la lengua viva, y sólo acordándose de esto y dejándolo vivir puede tener algún sentido ese ataque a la realidad mediante la palabra.

Otra pregunta, a ver: La ciencia ha llevado la batuta de las creencias actuales. La gente cree en la ciencia como algo que muestra sin ningún tipo de margen de error lo que es y lo que no es.

La ciencia ha venido a ser efectivamente la religión que actúa hoy entre nosotros, que se hace tanto más especiosa porque convive bastante bien con los restos de las otras religiones. Lo que demuestra como es el fallo y como la perfección de las ciencias es tan falsa. Yo los últimos año me he dedicado fervientemente a esto, he tenido que leer a muchos físicos buscando los elementos de esa teología, he reunido varios artículos en un libro llamado ¿Qué es lo que pasa? Es útil para atacar al poder saber de estas cuestiones, porque quieren hacernos creer que allá en lo alto alguno sabe qué es la realidad, la materia y todo lo que nos rodea.

Claro, pero yo me refería a que en este cambio que ha habido de una teología de creer en un dios a creer en la ciencia ha habido un cambio en la sociedad tremendo, ¿qué papel han jugado las artes y la poesía en ese cambio?, si es que han jugado alguno.

Pues, han jugado un papel, desde luego complementario, ornamental en muchos casos, lo cual no quiere decir inocente. Evidentemente, la ciencia se ha impuesto como el medio más eficaz, más funesto, más mortífero, y ninguna otra forma de religión ha matado todo lo que ella ha matado. Frente a ello los humanistas, las humanidades, las artes, la poesía, no han hecho nada. Lo que es algo completamente compatible con decirles: se pueden dedicar ustedes a sus jueguecitos; pero, evidentemente, sin atacarme, sin atacar a lo que la ciencia manda, que es como es la realidad.

Pero, a fin de cuentas, ¿serían ajenas a esa empresa de racionalización de la realidad que comienza con la Ilustración?

No, no. He dicho que el que sea hasta secundaria y ornamental no significa inocente, porque como se ven en los medios de formación de masas, todos estos individuos juegan un papel muy importante, aunque nada más sea el de distraer, el de hacer pasar el tiempo.

Para terminar, quería preguntarle si usted cree que existe un Yo creador, histórico, que va cambiando conforme a sus relaciones con el mundo que le rodea; o si es imposible hablar de un Yo individual, que sobreviva en el tiempo porque los acontecimiento vividos nos cambian tan profundamente que ya no seríamos los mismos.

Esta es una cuestión muy importante, [lo] respecto a las creencias al Yo o al sujeto, al observador, y, por tanto, vamos a cerrar, si te parece, con ello esta conversación. La cuestión desde luego afecta la ciencia; [en] la física y en la crítica de la realidad es donde se manifiesta de una manera más clara el problema del observador. Lo que decíamos, que es una cosa que viene disputándose entre los físicos a cada paso, ¿hasta qué punto puede presumir la observación de un científico de ser un reflejo de la realidad objetiva? Al mismo tiempo que el observador se mantiene fuera, ¿hasta qué punto el observador no interviene en ello? El observador tiene que comprenderse dentro de la realidad y por tanto formar parte del objetivo y anularse la oposición filosófica vieja entre sujeto y objeto. En la ciencia esto se ve muy claro, pero también en la práctica de todos los días.

Entre gente de psicología una vez hice una charla que se ha utilizado para una colección de ensayos: Yo no soy yo porque yo no es nadie, y no es nadie porque evidentemente es cualquiera, y es un cualquiera que depende del acto donde está hablando. Y eso hay que entenderlo. Yo no soy nadie porque no soy un referente objetivo. Ese yo de verdad que muchos buscan no existe, no está dentro de nosotros. Y pasando al campo de las artes y la poesía, te encuentras la cuestión del autor, y la cuestión de los derechos de autor, con esas sociedades gestoras de los derechos de autor, que dice mucho de la verdad acerca de esto, porque si crees en el «creador», si crees en el «artista», que al modo del viejo Dios defienden sólo su interés como individuos, sometiéndose de esa forma al capital en virtud de esa fe en el Estado. Eso es lo mortífero, y por eso te decía antes que es tan importante la perogrullada de reconocer que los productos del artista, los productos de poeta, no son más que cosas, y por tanto, en cuanto individuo, el poeta y el artista también son una cosa. De manera que, es mentira que el autor sea el autor, el autor no es el autor; lo poco bueno que yo haya podido hacer es lo que me ha salido no sé de dónde, pero que desde luego yo no he fabricado.

Bueno, con esto, si te parece… terminamos.

Jorge Páez



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