EL HANG DE FRANCESCO AGNELLO



Francesco Agnello

Francesco Agnello
13 de junio 2009
Cueva de Salamanca


Llovía la noche del domingo y el hang, ese instrumento ovni, se guarecía del mal tiempo interestelar apoyado en una silla en la entrada de la Cueva. Muchos hemos contemplado estos días a Francesco Agnello recorriendo las calles de Salamanca con lo que parecía un wok de arroz con verduras y es que el brillo del hang, instrumento musical de origen suizo y también de acero como los afamados relojes del país de la cruz blanca, no ha pasado desapercibido bajo los rayos solares ahora perdidos en esta morada del festival.

Francesco Agnello, que ya participó en la edición anterior del Festival de las Artes, en la que realizó la interpretación instrumental en la obra teatral Warum Warum de Peter Brook, no repetía en esta ocasión el lugar de escena ni los compañeros de reparto, aunque sí que aparecía de nuevo acompañado por este joven instrumento. Creado tan sólo hace nueve años, tal y como nos explicó el músico italiano en medio de su concierto, el hang es obra de Félix Rohner y Sabina Schärer, y su hang era auténtico, nos lo hizo saber. Mientras lograba evitar una de las antorchas que decoraban la cueva y que casi dejan a más de una sin faldas me preguntaba yo los motivos de tanta identidad en el hand-made de este instrumento hang, mano en bernés. ¿Será que hay que evitar la era de los clones musicales hechos como buena receta culinaria con una cazuela y en este caso a porrazos?

El hang reverberaba en la cueva e intentaba comunicarse en vano con una Miriam Goldsmicht ausente que hace un año se cuestionaba teorías y sistemas teatrales en una ensalada de textos de Artaud, Dullin y Shakespeare. Los dedos de Agnello se abrían paso entre los ocho círculos tonales, solicitaban la participación de un público pasado por agua y trataban de dotar de protagonismo forzoso al mismo hang que hace un año fue actor secundario. Demasiado para un hang, diría yo, aunque su sonido sea melódicamente exquisito. Demasiado para una cazuela, añadiría yo, aunque sea último modelo y de acero inoxidable. Demasiado si pretenden venderle a uno un instrumento o una cazuela de marca. Demasiado si no le regalan a uno, por la sesión de cuevatienda, un reloj, aunque no sea suizo. Será que soy demasiado exigente.

Cristina Martín



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