CYCLE: OÍ SUS GRITOS SEXYS

[...]observé por primera vez los mecanismos de las cadenas de montaje,

y tuve conciencia de las máquinas, del día y de la noche,

¡producción, producción!

Victor Balcells Matas

Dicen que arte es la flor de la técnica. Que éste se aprovecha de los avances o nuevas posibilidades que el progreso entraña, actuando paradójicamente como artefacto atemporal que trasciende la caducidad intrínseca de los propios medios tecnológicos. La existencia de una cultura de masas introduce el factor estratégico y comercial de la producción en serie: re-producción de una misma imagen ad infinitum que a pesar de pequeñas variaciones de precisión autómata en su trazo, se establece como identidad entre sus copias. La potente banda Cycle presentó ayer en la Plaza Mayor un espectáculo apabullante y enérgico que pone la mirada en la “mecanicidad” de nuestra época y de sus procesos industriales. La desaparición de un bajo con voz propia como el que podíamos encontrar en Joy Division, reduce la cualidad nerviosa y alucinada de un grupo que encuentra su baluarte y efigie totémica en la inabarcable figura del dj, David Kano, que como demiurgo postmodernista y telemático, distribuye el estaño lunar entre los oyentes. Cycle no es en ningún caso un discurso polifónico, ni tampoco lo pretende. Como muñeca Olimpia privada de vida, pero no de movimiento se deslizaba la China Patino, marioneta especular de danza erótica: imagen excitadora pero no petrarquista. A camino entre lo familiar y lo siniestro se sucedieron sus canciones hasta llegar a un clímax total en Confusion. La lluvia no hizo más que intensificar la corriente electroclash que se perdía por los agujeros negros del busto de Franco. ¿Podemos hablar de hedonismo? No lo sé: las chicas alrededor me censuraban con sus caderas y mis pies se apoyaban sobre cristales azulados. Pero me atrevería a decir que a veces la sonrisa que nos devuelve el arti-ficio, es aparición de lo que no puede ser revelado, materia oscura derramándose por las cuencas de nuestros ojos, narcotizados.

Borja Aguiló