THE SUNDAY DRIVERS: PIRULETAS DE MDMA

Es difícil saber si usar una primera persona combativa (que en este caso no se aleja mucho del mood del que escribe) o una segunda persona que provoque una distancia compartida de regocijo y posibilidad virtual hacia el “otro” (neopoppy o neohippie hormonado a base de flores de opio modificado genéticamente), o incluso me atrevería yo a escribir mediante una tercera persona indiferente que se elevase cual residuo de un botellón antiguo donde Plutarco el Beocio, pudiese tocar la guitarra eléctrica. Es difícil de saber. La gente mayor se retiraba a los bares de pinchos polvorientos, los perros de la lluvia le daban al vino en las esquinas y un zombie que respondía al nombre de Augusto Pérez se entretenía con unos charritos que hablaban del yo y de la escisión primigenia, dolor y ahogo. Pasaban los minutos y nadie aparecía en el escenario. Una cosa era segura, no podrías aguantar mucho más el frío que había vuelto del afterhour. Mirabas a las gentes y no lo entendías. “¿Por qué me tengo que quedar aquí? Ya llevan más de tres cuartos y no parece que vayan a venir. ¡Maldita escena indie! Pero si suenan como los últimos discos (un poco infumables) de Sexy Sadie”, pensaste en voz alta. “No tío. Tienen singles. Además, a Cristina y a Nini les gusta mucho”, respondió un transeúnte. Ya se cumplía la hora de espera y la segunda persona no había funcionado demasiado bien. Ni la primera persona en los diálogos. ¡Qué se creían estos toledanos! Me habían jodido fondo y forma. Los soplidos de las niñas lamiendo piruletas, todo era espada mellada. Al Moderno se retiró el que en un futuro próximo sería narrador y reseña, texto y tejido. Las gorras se movían por entre los hierros del bar. ¡Maldita escena indie!

Borja Aguiló