UN RÍO DE PALABRAS, CON BEN CLARK


ben Clark y Víctor Balcells
Un río de palabras
Taller de Creación Literaria
con Ben Clark
Casa de las Conchas de Salamanca


Conocí a Ben Clark hace algunos años. Había ganado algún premio de poesía y estaba delgado. Me impresionó lo que dijo entonces, en una especie de sala climatizada y con piscolabis gratuito. Luego perdimos el contacto. Desapareció, por decirlo así. Ayer volví a verle en la Casa de las Conchas, ahora recubierta de corbatas de color rosa, panfletos de color rosa, pins de color rosa. Ben era más voluminoso que en el pasado, pero iba mejor peinado, se movía entre unas mesas para impartir un taller literario. Seguía teniendo los ojos azules, cosa que no me explico del todo. Entre el público asistente tuve el honor de compartir mesa con dos hombres en principio desorientados, y junto a una mujer que fue periodista en el pasado. Repartieron unos sobres llenos de palabras aleatorias. El taller consistía en crear frases mediante la unión de las diversas palabras. Recuerdo que había un tono bucólico, tanto en la voz de Ben como en el ambiente. Los pasos eran diminutos, cada movimiento no superaba los diez centímetros a la derecha o a la izquierda. El público estaba predispuesto. Ben nos decía lo que podíamos hacer, cómo, y se acercaba a cada una de las mesas y trataba de ayudar. No hubo demasiadas explicaciones acerca del juego. No se habló de sus orígenes, nada sobre los caligramas ni los cadáveres exquisitos y otros juegos de palabras que entroncan en la raíz de la literatura de vanguardias. Pero esa misma ausencia de tecnicismos devolvió al público a una situación primigenia, como de parvulario –en el buen sentido de la palabra-, porque la gente parecía feliz de estar allí, lejos de otras cuestiones atribulantes y alrededor de las mesas. Mis propios compañeros, que tenían una apariencia oscura por naturaleza, nocturnal más bien, estaban entusiasmados manejando las palabras que les habían tocado. Uno de ellos, por ejemplo, hizo la siguiente frase: imbécil significa corto. La dejó allí para que todos la viéramos y se regocijó y sonrojó cuando celebramos su ingenio y su capacidad evocativa. El otro chico traficaba con palabras que no le gustaban y las vendía a las mesas contiguas, a cambio de unas cuantas rosquillas. Luego se pegaron las creaciones de cada uno en una serie de tablones. El interés conceptual de esta clase de talleres no radica en la creación que lleva a cabo cada uno individualmente, sino en la voluntad de compartirla con los demás y discutirla. Allí conocí a por lo menos cuatro personas y hablé con ellas de temas variados, y nos reímos un rato creando frases divertidas. Otras personas conocieron a otras personas, y Ben conoció a todas las personas. De modo que Ben era el jefe de todo aquello. Al final, serenidad es la palabra que mejor define el estado de ánimo de los presentes. Lástima que todo acaba y tuvimos que arrojarnos de nuevo a la calle, volver a ser demasiado humanos, tanto que mis compañeros de mesa se atrevieron a decirle a una bella mujer: ven con nosotros a tomar una copa. Y la bella mujer les contestó: Sí, iré a tomar una copa, pero no con vosotros. Pero también habría podido decir: imbécil significa corto, y todos hubiéramos aprendido que cuando no se hace nada especial, también se pueden aprender cosas especiales.



Víctor Balcells Matas


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